| Montsina |
Posted - 28/02/2016 : 21:41:51 |
Contaros lo que han sido estos dos conciertos vividos en Euskadi, sería de nuevo una repetición de sentimientos, esos que conocéis perfectamente los que habéis vivido algún SINPHÓNICO.
Pero vamos a ello…
En realidad han sido tres los conciertazos que Raphaël ha ofrecido en tierras vascas, concretamente en San Sebastián, Vitoria y Bilbao. San Sebastián me lo perdí, porque todo no puede ser, a mi pesar, pero dicen las crónicas de las personas que allí estuvieron, que fue un concierto de 10.
Emprendimos el viaje con algunas bajas, pero Vitoria nos recibió con el mejor comité de recepción que pudiéramos imaginar, Elena y Raquel de Bilbao y Pilar de la ciudad anfitriona, aparecieron en la estación como tres ángeles sonrientes, que nos llenaron de abrazos y el regocijo natural de quienes nos queremos y con esa carita de complicidad, sabiendo que íbamos a vivir momentos maravillosos juntas.
El día era gris y el horizonte amenazaba con unos nubarrones que traían tormenta. “Dicen que va a nevar”, nos dijeron… pero con la alegría del momento… nos tomamos el comentario como el que oye llover.
De camino al restaurante, porque ya era la hora de comer, se nos unieron Pilar y Lily, más abrazos y hala! A degustar los primeros placeres de esas verdes tierras que, además, tiene fama de buen yantar.
La comida transcurrió entre, “Que bueno está esto” y ponernos al día del concierto del día anterior en Donostia. Todo un lujo de sensaciones.
Y por fin llegó el momento de salir para el concierto en el Buesa Arena. Conforme nos íbamos acercando al gran edificio, a paso ligero y con una lluvia "calabobo" que nos pilló sin paraguas, las emociones también arreciaron.
La entrada al recinto fue interminable y encima dos de nosotras nos equivocamos de puerta y fue una odisea llegar hasta las butacas de pista. Pero ya, por fin... nos aposentamos en nuestros respectivos lugares y nos dispusimos a degustar el otro plato del día.
¡¡Que concierto bárbaro, amigos!! Raphaël estaba pletórico, se nota que le ha pillado el tranquillo a sentirse rodeado de partituras, violas, violines, violonchelos, y las notas salían de su garganta con una calidad pasmosa. Se regodeaba en los temas. Nos regalo un “Amor mio” y un “Hablemos del amor” de antología, por decir algunas de las que me levantaron de la silla.
Como siempre, el concierto pasó volando y nos volvimos a encontrar camino de la salida, mirándonos unas a otras y casi sin palabras, porque ya es difícil encontrarlas, llegamos a la conclusión que habíamos vivido otra noche memorable.
La sorpresa estaba en la calle. Si. Nevaba. ¡Y como nevaba! Y en medio de ese paisaje que empezaba a completarse en un blanco intenso, nos encontramos caminando hasta el hotel, que tampoco estaba ahí en la esquinita, no. Llegamos, que parecíamos tres figuritas del Belén. ¡Pero que risas por el camino!, con nuestros zapatitos de tacón y metiéndonos en todos los charcos, a punto de ser atropelladas y envueltas en capuchas, bufandas, bolsas de plástico y todo lo que pudimos encontrar para defendernos de la inclemencia del tiempo. Una aventura que nos apuntamos para el recuerdo porque promete carajadas en el futuro.
Al día siguiente, caminito de Bilbao. Nos encontramos puntuales en la estación de autobuses y emprendimos viaje hacia el Botxo.
Seguía lloviendo.
En Bilbao la reunión de amigos aumentó en número y en abrazos, no voy a enumerar a todas, porque me arriesgo de olvidarme a alguien. Éramos 21 a la hora de comer y en una mesa que parecía una boda, volvimos a compartir mantel y recuerdos.
Tuve la ocasión de reencontrarme con una amiga que hacía muchísimos años que no veía. Las lágrimas también tuvieron su protagonismo cuando pude abrazar de nuevo a alguien que formó parte de mi vida en aquellos principios raphaelistas en Barcelona.
Después de comer, tiempo para descansar, que teníamos que recomponernos e intentar estar guapas para la cita de esa noche en el Euskalduna.
Seguía lloviendo.
Y ya, que emoción volver a estar de nuevo sentada en la butaca, esperando al gran protagonista de toda esta historia.
Gran concierto el que Raphaël nos regaló, con un teatro abarrotado hasta la bandera, completamente entregado. Llamaba la atención la gran cantidad de gente joven que andaba por allí y que no quería perderse el acontecimiento.
Nos emocionaba escucharles… “Esta, esta”, cuando se empezaban a escuchar los acordes de alguna canción. Se las sabían todas, las coreaban, cuando la ocasión lo requería. Aplaudían de pie y emocionados todas sus canciones. Todo perecto, si no fuera porque detrás de mi tuve una señora que piropeaba a destiempo, las dos horas y tres cuartos que duró el concierto, y que molestaba mas que otra cosa, hasta tal punto que tuvieron que llamarle la atención. A veces esos cariños desmedidos y tan fuera de tiempo, pueden convertirse, ya no en un piropo sino en falta de educación y falta de respeto al artista. Pero bueno… solo fue una anécdota más, que ni la citaría sino fuera porque casi acabando el concierto, me volví y le dije… ¡¡señora no se da usted cuenta de que es una pesada!! No os digo lo que me contestó porque fue una grosería. No me callé: (que andaba yo muy encendida con la doña) “Oiga que yo vengo aquí a escucharle a él, no a que usted me taladre el cerebro”. Y de ahí no pasó la cosa. Es que no aguantaba más tanta impertinencia. Lo siento.
Pero eso no me enturbió un concierto precioso, que el público de Bilbao disfrutó a tope y la simbiosis público-Raphaël obró de nuevo el milagro de esas noches redondas que pasará a formar parte de la historia del Euskalduna.
Hoy domingo por la mañana, temprano, nos despedimos de Raphaël.
Seguía lloviendo.
Y así pasó un fin de semana, raphaelista a tope, disfrutando cada momento, tanto fuera como dentro de los conciertos, donde de nuevo nuestro Raphaël nos hizo sentir como notas de música bailando entre partituras.
Que suerte tenemos de poder vivir estas emociones y que feliz me siento de poder compartirlas con todos vosotros.
No sé si seguirá lloviendo a estas horas en que os escribo, quizá esté volviendo a nevar. Lo que si sé es que llovió más que agua… llovió felicidad.
Posdata:
En el escenario faltó la rosa roja que siempre deja alguien en todos los conciertos a los que asiste y que, por motivos de salud, se tuvo que quedar en Barcelona.
|
| Nibia Diaz |
Posted - 03/03/2016 : 23:20:16 |
De novela tu crónica Montse¡¡ gracias por contarnos todo lo vivido que nos hace estar más cerquita de nuestro ARTISTA¡¡ que es el generador de todas estas emociones¡Abrazos.Nibia |
| Cami |
Posted - 02/03/2016 : 09:18:43 |
|
Muchas gracias por esa, una vez más, preciosa crónica. Besos. |
| gasupete |
Posted - 29/02/2016 : 23:25:33 |
Gracias Montse por contarlo tan bien y tan bonito. Como un cuento de hadas con el mejor de los finales: siendo felices y comiendo perdices.
Y con esa estampa nevada a la salida....lo mas de lo mas.
Reunion de amigas y dos grandes noches con Raphael que mas se puede pedir.
Me encanta leerte y por supuesto estar debajo de esa lluvia en cuanto una puede....es maravilloso sentir como te cala el alma.
Un beso.
Maria Jose |
| elena |
Posted - 29/02/2016 : 16:28:31 |
Gracias Montse! Por contar tan bonito, las emociones, sentimientos, y tantas cosas que nos ocurren cuando se producen estos maravillosos encuentros en torno a nuestro querido Raphael.
Un beso
Elena |
| maricarmenvkas |
Posted - 29/02/2016 : 09:56:30 |
Woooooh........Como me lo has hecho pasar leyéndote Montse !!
Que delicia rememorar esos encuentros y comidas raphaelistas !! Es cierto que siempre hay q sacrificar algunos encuentros, porque todo no se puede, perooo ya han sido tantas y tantas escapadas, que todos nos hacemos idea de lo bien que se pasa cuando nos encontramos !!!! Y ya llegar a la noche y disfrutar de los conciertos es la guinda!! Una guinda que como os leo esta vez se salió !! ( Y cuando noooo)
Que felicidad y que suerte tenemos jamia !!
Muchas gracias por venir a volcar aquí tantas emociones !!
MARICARMEN. |
|
|
